Situaciones que los padres tienen que aprender a asumir cuando sus retoños pasan a ser adolescentes
Mamá, no hace falta que me acompañes, ya voy solo». El hijo que lloraba en la misma puerta del colegio por despegarse de su falda, el mismo que no entraba en clase sin darle un beso, evita a sus 12 años que se repita la escena de la despedida, no sea que le vea alguno de sus amigos. «¿Por qué? ¿Ya no me quiere?», se pregunta la madre.
«Algunos padres lo pasan francamente mal», constata el psicólogoÁngel Peralbo Fernández, quien sin embargo asegura que «no hay que darle importancia». La vergüenza ante las muestras de cariño «es algo natural» que varía entre las personas tanto como el miedo y que, al igual que éste, se empieza a notar temprano.
«A los 11-12 años los preadolescentes comienzan a dar más valor a lo que experimentan, a sufrir más cambios. Dejan de funcionar en automático y aumenta el nivel de crítica consigo mismos y con los demás», explica el autor de guías de ayuda como «El adolescente indomable» o «De niñas a malotas». A los 15-16 años, puede que esa particular manera de vestir o de hablar de sus padres ya no les haga tanta gracia, que les importen más cuestiones de índole material y se comparen con otras familias. Es frecuente en esta etapa que empaticen más con los padres de sus amigos que con los suyos, comenta Peralbo.
Salir a hacer la compra con sus padres se convierte en un «trago» en esta edad en la que muchos se avergüenzan de que les vean cumpliendo con sus responsabilidades en la casa. La presencia de los padres en el colegio en tutorías con los profesores también les genera inseguridad y vergüenza y qué decir de tantas prácticas que a partir de esta edad ya no pueden soportar de sus padres: que hablen con sus amigos como si tuvieran su edad, que cuenten esa anécdota tan divertida de cuando era más pequeño o suelten algunaconfidencia realizada en la intimidad, que le peinen en público ointenten quitarle esa mancha que lleva, que arranquen a cantar o bailar en una fiesta, que se comporten como energúmenos mientras él juega a fútbol o le regañen en público...
Una encuesta realizada en Chile en 2012 por el Centro de Estudios de la Niñez (CEN) señaló que el 58% de los jóvenes de entre 12 a 17 años admite sentir vergüenza de sus padres, con más frecuencia de su madre (48%) frente a su padre (28%), posiblemente porque ellas pasan más tiempo con ellos, según recogía La Tercera.
Bochornos inevitables
Son tantas las situaciones cotidianas que pueden abochornar a un hijo que resulta imposible sortearlas todas. «Los padres deben entender que forma parte de un proceso natural, entenderlo y manejarlo con mano», aconseja Peralbo. Lo mejor es afrontarlo desde la serenidad, nada de perder los papeles con enfrentamientos del tipo «cómo puedes pensar esto de mí...» o de recurrir a la ironía porque el adolescente se reafirmará en sus planteamientos y se encerrará más en sí mismo.
«Hay que desmontar su vergüenza de forma indirecta, escuchándolos, dejándolos que se expresen sin violencia ni brusquedad», apunta Peralbo. En su opinión, lograr ese nivel de comunicación en el que todo se pueda hablar facilitará que los padres se vayan adaptando a la nueva etapa de sus hijos, y éstos a su vez minimicen la importancia de lo vivido.
Según señala el psicólogo, «habrá situaciones que los padres podrán evitar, frenando su tendencia a la sobreprotección y respetando su espacio... y otras muchas en las que no deben ni intentarlo, como en el caso de ir a hacer los recados. El hijo acabará por acostumbrarse a fuerza de repetirlas
Fuente:ABC.es
0 comentarios:
Publicar un comentario