Un estudio de 1957 desvela que esta bebida es resistente a las radiaciones nucleares y apenas cambia su sabor si se ve expuesta a ellas
Cada vez son más las películas y series que
tratan de llevar a la pantalla como sería sobrevivir en un mundo
post-apocalíptico arrasado por alguna catástrofe que acabara con la vida. Pues
bien, ahora es posible saber que si, por ejemplo, una guerra nuclear asolara la
Tierra, una de las bebidas que menos absorbería la radiación sería la cerveza,
según ha informado el historiador Alex Wellerstein.
Sin embargo, este dato no se ha descubierto
en un novedoso estudio llevado a cabo hace pocas semanas, sino que salió a la
luz en una tesis encargada por la Administración Federal de la Defensa Civil
norteamericana en 1957. Y es que, el miedo a una guerra nuclear llevó a Estados
Unidos a autorizar un experimento para descubrir si la cerveza se vería
afectada negativamente por la radiación de una bomba atómica.
Así, se planeó efectuar un estudio (al que
se denominó «El efecto de las explosiones nucleares sobre las bebidas envasadas
comercialmente») mediante el cual se situaron una serie de latas de varias
bebidas en el lugar en el que se haría estallar una bomba nuclear. Además, para
averiguar si las ondas afectaban de manera diferente a los productos
dependiendo de la distancia a la que recibieran la radiación, se colocaron
varias botellas a una distancia del punto de detonación de entre uno y tres
kilómetros.
Como era de esperar, las botellas más
cercanas a la zona cero contenían una gran cantidad de radiación, sin embargo,
la sorpresa llegó al examinar las que se situaban a una cierta distancia: las
latas de cerveza eran las menos contaminadas y era posible beberlas casi con
toda seguridad.
De esta forma quedó demostrado que la
cerveza resiste una liberación de energía equivalente a entre 20 y 30 kilotones
de explosivo nuclear. Concretamente, los expertos señalaron que la radiación
que contenía esta bebida se encontraba dentro de los límites permitidos para su
uso en caso de emergencia.
Además, el estudio no se detuvo aquí, sino
que también se aventuró a demostrar si el sabor de la cerveza cambiaba después
de la exposición a la radiación. Para ello, usaron supuestamente a una serie de
catadores que sentenciaron que las bebidas más alejadas no sufrían apenas
cambios en su gusto original.
Así que ya lo sabe, si algún día un
apocalipsis nuclear cae sobre su ciudad, no lo dude, puede abrir tranquilamente
una lata de cerveza y tomarse «una caña» en medio del desastre, eso sí,
encontrar algo de picar no contaminado sea quizás algo más difícil.
Fuente:ABC.es
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