Por: Arismendy Martínez
HAVERSTRAW, NY.- Recientemente salió un documento firmado por reputados periodistas que donde denunciaban la precaria situación de la libertad de expresión que vive ese país y las presiones que reciben miembros de la prensa que no venden su pluma a los intereses del gobierno de turno. En respuesta a este documento, otro grupo de miembros de la prensa dio a conocer en una rueda de prensa, que la libertad de expresión es una realidad social en República Dominicana.
Vista la situación, es lamentable como se ha fraccionado el llamado Cuarto Poder, por un lado están los que creen que por encima de toda simpatía política, social, empresarial, religiosa o de cualesquiera otra índole, debe primar la objetividad profesional al escribir un determinado articulo y presentar los hechos investigativos de un determinado programa de orientación.
Estoy consciente y convencido de que la neutralidad es un mito en la persona, pues de alguna manera nos inclinamos con nuestra simpatía hacia un determinado líder político, empresarial, social, religioso, comunitario; pero, de ahí a envilecer nuestro compromiso profesional como periodista poniendo nuestra capacidad al servicio de un determinado sector político, existe mucha distancia. Se puede ser buen periodista, sin tener la desventura de entregar nuestros principios morales, profesionales y familiares a determinados sectores a cambio de canonjías económicas.
En estos últimos años se ha puesto en boga el sector denominado sicarios, son aquellos individuos que matan a cambio de dinero, estos cortan el hilo virtual de la vida humana sin contemplación, pero, no es menos cierto que desgraciadamente en medio de la clase periodística nacional han surgido los sicarios que matan honra, honor y decencia de cuantos no comulgan con las ideas de sus amos políticos y proceden sin contemplación a su eliminación social lanzando todo tipo de falsas acusaciones y de intimidación.
Para nadie es un secreto que la libertad de expresión en nuestro país está en un estado agonizante, pues, cuando se llega a la bajeza política de asfixiar económicamente a productores de programas de orientación social, eso es chantaje en su máxima expresión. Cuando no se tolera que alguien a través de los medios de comunicación de a conocer las acciones trogloditas de determinados funcionarios gubernamentales, eso es intolerancia. Cuando se llega a la irracionalidad de presionar a determinados anunciantes para que no den su apoyo publicitario a determinados programas, eso es arrogancia en su mejor expresión.
En un una realidad y muy lamentable por cierto, que ese llamado Cuarto Poder, se ha fraccionado en dos bandos, en uno están los que creen que con dinero fácil obtenido de la venta de su capacidad y facilidad de acceso a los medios de comunicación, se han convertido en mercenarios al servicio de los más oscuros intereses democráticos que demanda nuestra sociedad. En el otro bando se encuentran los que todavía practican un periodismo apegado a los más sanos principios de honradez, tanto a nivel personal y profesional, de donde emanan los comentarios edificantes hacia la sociedad denunciando las travesuras de quienes se creen impolutos en sus acciones, mostrando un rostro sonriente, pero encajando perfectamente como los describiera el humilde maestro de Galilea, Jesús de Nazaret, por fuera son sepulcros blanqueados, pero por dentro están llenos de codicias, ambiciones, robos, infidelidades, sobornos, compra de conciencia, manipulación, representados por los huesos podridos dentro de la fosa.
Ojalá y que un día no muy lejano podamos volver a recuperar la credibilidad de la sociedad y el respeto que en otrora tenía ese llamado Cuarto Poder, poniendo al mejor servicio de la patria, los mejores atributos de honestidad, decencia, profesionalidad y verticalidad moral, rescatando los valores cívicos, familiares y sociales que nos dan vida como nación.
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