NUEVA YORK._ Los años 1930 fueron los más duros en la época de la Gran Depresión económica de los Estados Unidos. Leo Plass, quien entonces era un joven nacido de una familia hacendada, entró a la escuela para graduarse de maestro. 80 años después de abandonar las aulas, Plass regresó a ellas y lo hizo en la Universidad Eastern de Oregón, completando el grado asociado de maestro. Tiene una memoria excelente y una vida rica en historias. Su sobrino, Gregg Plass, quien se enteró de que a su tío nunca consiguió el título universitario cuando era joven, contactó a la Universidad Eastern de Oregón para inscribir al que es en este momento, uno de los felices graduados de la clase 2011.
“Sólo me tomó 80 años para lograrlo”, dice el anciano que no tuvo hijos con su esposa Wanda. Su historia es muy singular, según reseña el diario Ancestry de Redmon (Oregon) que publica una entrevista con el anciano en su edición digital de ayer jueves. La ceremonia de graduación se llevó a cabo el sábado último en el estadio local de esa ciudad.
Los negocios de la familia quebraron y se vio obligado a dejar las clases para buscar trabajo y ayudar a sus padres y hermanos a sostenerse. Tenía 19 años de edad. Viajó desde su natal ciudad de Redmon (Oregón) por todo el Oeste norteamericano, probando suerte en docenas de trabajos. Su aspiración de convertirse en educador fue inspirada en una hermana suya que se había graduado de la misma profesión.
Leo, estaba en el segundo año de secundaria.
Con lo poco que ganaba en sus trabajos, incluyendo uno en una estación de gasolina en la que laboraba sólo por alojamiento y comida, pagaba la escuela y se integró a los equipos de fútbol americano y baloncesto de la academia, además de ayudar a otros compañeros en excursiones de montañas, caza y pesca, gracias a sus conocimientos de la geografía y sus destrezas aprendidas en el seno familiar.
“Crecí montando caballos de carga en las montañas, pescando y cazando”, recuerda el anciano. El rancho de su familia era de 480 acres y criaban ganado, cerdos, ovejas, además de que cosechaban trigo y otros granos. El manejaba un huerto de cinco acres y diariamente trabajaba para mantenerlo productivo.
La familia se vio forzada también a cerrar el aserradero y Plass, tuvo con amargura, que ayudar a sus padres y hermanos a desmantelar lo que quedaba de su casa materna y los ranchos de la granja.
Relata que allí no quedó nada. Depósitos de herramientas, establos, gallineros, las casas de los perros y los gatos y todo, tuvo que ser desarticulado para la venta. En su último año en la escuela, consiguió un trabajo para enseñar en la escuela pública 20, pero el banco donde guardaba sus ahorros, quebró por la depresión, cerró y él perdió los $400 dólares que había guardado con sacrificios.
Se olvidó de ese trabajo, porque le ofrecieron salarios entre $150 y $80 al mes, lo que le alcanzaba para sobrevivir y ayudar a los suyos. Abandonó las aulas con algunos créditos por debajo de un grado, faltándole un semestre para terminar la carrera.
Durante los próximos 12 años, se estableció en Utah, Colorado, Idaho y otros estados, manejando camiones, talando árboles, recuperando vehículos y llegó a ser dueño de una agencia de crédito y una estación de parqueo para carros. Se casó en 1938 con su esposa Wanda, junto a la cual regresó a Oregón en 1946, comprando 55 acres. Construyó una sencilla casa de hormigón para ellos que nunca tuvieron hijos.
Continuó con la crianza de caballos, llegando a ser uno de los principales contratistas en su estado natal. En los siguientes 40 años, compró casas semi destruidas para revenderlas remodelas. Viajaba cada invierno a Arizona, donde se le contrataba para construir casas móviles. También se convirtió en fotógrafo y hoy acumula miles de imágenes tomadas en sus viajes por la mitad de los Estados Unidos.
Ahora jubilado, no deja de trabajar todos los días en su tienda en la que mantiene aves y los archivos fotográficos perfectamente ordenados y organizados por fechas y lugares.
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