SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Tres días después del atentado en que fue muerto el generalísimo Rafael Trujillo, uno de sus matadores, el hoy general Antonio Imbert Barreras, relató en un documento que permaneció inédito hasta junio de 1991 la forma en que lo ajusticiaron, dice el periodista y escritor Miguel Guerrero.
En una declaración con motivo del cincuenta aniversario de la Gesta del 30 de Mayo, Guerrero señala que el relato le fue dictado a Liliana Cavagliano, hija de los esposos Mario y Dirse Cavagliano, donde se había refugiado Imbert, huyendo a la feroz persecución de los agentes de seguridad del régimen. Imbert había sido llevado en su automóvil a esa residencia por el cónsul honorario de Italia, Francisco Rainieri, después que los Cavagliano aceptaran esconderlo, a pesar de que no lo conocían.
Guerrero, Premio Nacional de Historia del año 2000 por su obra “Al borde del caos”, dijo que el documento fue escrito a máquina en una hoja de tamaño 8 x 13 el 2 de junio de 1961, la misma noche que se refugió en la residencia de la familia italiana, cuyo jefe, Mario, laboraba para la embajada de Italia. Dos años antes, los Cavagliano habían ocultado a Guido D’Alessandro, a quien luego pudieron introducir en un trasatlántico italiano que tocaba frecuentemente el puerto de Santo Domingo, entones Ciudad Trujillo, disfrazado de turista, lo que le permitió evadir la persecución y exiliarse.
Días después, Mario Cavagliano llevó el documento de una página al ingeniero Armando D’Alessandro, quien vivía en la calle Doctor Delgado una esquina más al norte del Palacio Nacional, ante el temor de que los agentes de seguridad, “calieses”, penetraran a la residencia consular, hicieran preso a Imbert y se apoderaran del escrito. Imbert estaba armado de una pistola y había dicho que no se dejaría matar sin defenderse, sostiene Guerrero.
Agrega que D’Alessandro acababa de ser puesto en libertad después de haber sido detenido al igual que su abuela, Isabel Mayer, quien había sido una destacada funcionaria del régimen caída en desgracia. El contenido del documento asustó tanto a Armando que inmediatamente lo escondió. Quitó la mesa del comedor, separó la alfombra, movió un ladrillo del piso y ocultó allí, dentro de una funda plástica, el documento.
Guerrero dijo que meses después, cuando ya no quedaban restos de la tiranía, D’Alessandro lo guardó en un archivo, donde permaneció treinta años hasta que “me entregó una copia en una de muchas entrevistas que le hice para mi libro Los últimos días de la Era de Trujillo”, cuya primera edición se publicó en junio de 1991.
“Hasta la salida de esa obra se desconocía dónde se había ocultado Imbert y no se tenía idea alguna de la existencia de ese escrito”, dijo.
Guerrero sostiene que la versión ofrecida por Imbert en ese documento, “escrito en momentos en que sentía la necesidad de dejar un legado a la posteridad ante el peligro de ser descubierto y asesinado, discrepa en algunas partes de otras versiones publicadas sobre cómo se dio muerte a Trujillo”. Sin embargo, resalta que “al dictarlo tres días después de los hechos del 30 de Mayo, con toda seguridad tenía entonces muy vivos en su mente los detalles de esa acción memorable”.
Guerrero destacó la valentía de la familia Cavagliano a quien, dijo, “nunca se le ha hecho un reconocimiento público” por esa y por otras muchas contribuciones a la democracia dominicana, ya que con riesgo para su propia seguridad, esa familia también ofreció su residencia para ocultar, en graves momentos de peligro, a Manolo Tavarez Justo, líder del Catorce de Junio, y viudo de Minerva Mirabal, y en varias oportunidades al líder del PRD, José Francisco Peña Gómez.
Mario y Dirse murieron años después de la publicación de “Los últimos días de la Era de Trujillo”, pero le sobreviven Gianni y Liliana, quienes han formado familias en el país, que gozan de gran aprecio de la sociedad dominicana, dijo Guerrero.
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