Durante la gestión del ministro de Educación, profesor Melanio Paredes, el desayuno escolar ha sido un desastre, con un promedio de más de tres niños intoxicados por cada día de docencia; esto es 532 infantes afectados en menos de 176 durante el 2010.
En el 2011 la situación es peor, porque después de una suspensión de casi dos meses, el primer día del reinicio del desayuno se intoxicaron 17 niños en Cotuí. O sea que aquí le subió el promedio al ministro.
Por más pataleos que haya, la responsabilidad directa es de Educación, porque a esa institución los contribuyentes le entregan cada año 3 mil millones de pesos para mitigar el hambre de los niños pobres que acuden a las escuelas públicas.
Es lógico que, en una sociedad capitalista con extrema inversión de valores, cualquier programa gubernamental que cuente con un presupuesto de 3 mil millones se convierta en manzana de discordia. Nadie quiere estar fuera de la fiesta a la hora de repartir el pastel.
De ahí que insista en la responsabilidad de Melanio, porque, en el pasado reciente el funcionario atribuyó las intoxicaciones a sabotaje entre competidores por las asignaciones de cuotas.
Esto nunca lo pudo demostrar, y, en el primer caso de intoxicaciones de este año se apresuró a decir que los afectados eran “intolerantes a la lactosa”. Este argumento fue desmontado al día siguiente por especialistas en nutrición y pediatras.
Las constantes intoxicaciones han demostrado que el desayuno escolar es una basura y la protección a los dueños del basurero se podría llevar de paso al ministro.
La población que paga cada año 3 mil millones para el desayuno escolar merece informaciones como los nombres de las empresas suplidoras, las cuotas asignadas y los accionistas.
Melanio tiene el deber de presentar a la sociedad los rostros de quienes se benefician económicamente con este programa, a menos que por encubrimiento político el funcionario quiera asumir la responsabilidad de otros.
En el 2011 la situación es peor, porque después de una suspensión de casi dos meses, el primer día del reinicio del desayuno se intoxicaron 17 niños en Cotuí. O sea que aquí le subió el promedio al ministro.
Por más pataleos que haya, la responsabilidad directa es de Educación, porque a esa institución los contribuyentes le entregan cada año 3 mil millones de pesos para mitigar el hambre de los niños pobres que acuden a las escuelas públicas.
Es lógico que, en una sociedad capitalista con extrema inversión de valores, cualquier programa gubernamental que cuente con un presupuesto de 3 mil millones se convierta en manzana de discordia. Nadie quiere estar fuera de la fiesta a la hora de repartir el pastel.
De ahí que insista en la responsabilidad de Melanio, porque, en el pasado reciente el funcionario atribuyó las intoxicaciones a sabotaje entre competidores por las asignaciones de cuotas.
Esto nunca lo pudo demostrar, y, en el primer caso de intoxicaciones de este año se apresuró a decir que los afectados eran “intolerantes a la lactosa”. Este argumento fue desmontado al día siguiente por especialistas en nutrición y pediatras.
Las constantes intoxicaciones han demostrado que el desayuno escolar es una basura y la protección a los dueños del basurero se podría llevar de paso al ministro.
La población que paga cada año 3 mil millones para el desayuno escolar merece informaciones como los nombres de las empresas suplidoras, las cuotas asignadas y los accionistas.
Melanio tiene el deber de presentar a la sociedad los rostros de quienes se benefician económicamente con este programa, a menos que por encubrimiento político el funcionario quiera asumir la responsabilidad de otros.
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